Ya ha sido demasiado remanido en esta página el problema de la trasposición de los textos de un soporte a otro y la frustración por parte del espectador. Las adaptaciones al cine o al teatro de obras ya conocidas suelen traer esa idea de “están haciendo mierda el libro”. Incluso poniendo buena voluntad la mayoría de las veces todo termina en decepción y nostalgia, ya que uno trata de salirse del lugar de exquisito y tirarle un par de “centros” a lo que tenemos adelante y ni así funciona. Si, por supuesto hay de los casos contrarios, donde uno ya va pensando “esto va a ser una porquería” y sin embargo se produce el milagro y te sorprendes porque no podes creer que hayan logrado hacerle justicia al “texto” anterior como fue con la trilogía de “El señor de los anillos”, y como no fue en ninguna de las tres películas de X-Men (igual ahora hay posibilidad de revancha al respecto).

Hace ya unos meses tuve la invitación para “Drácula, 20 años” y la misma me planteó un duro debate sobre como evaluarlo. El resultado final fue encontrarme parada en el medio: con una pata en lo bueno y otra en lo malo. Arranquemos por lo bueno entonces…

Lo primero e importantísimo a señalar como lo mejor de la obra es el trabajo de Ezequiel Rojo, Ezequiel Salman, Facundo Miranda y Leonel Sorrentino como las mascotas de Drácula. No solo hacen reír al público, sino que son los personajes más creíbles de todos. Mientras uno de ellos trata de comunicarse con Jonathan Harker, otro se la pasa jugando a ahorcarse con una soga y el resto rotan por el escenario cada uno con su tick. Todo el tiempo jugando con la mirada entre ellos y el público y tiene un número de ellos solos muy bien hecho. Desde la actuación a las coreografías, todo el cuerpo de baile se destaca, pero ellos cuatro sin duda alguna se llevan todos los aplausos.

Por otro lado “Drácula” es un espectáculo que está muy pensado y bien armado. La escenografía y el vestuario están más que correctos, y tienen un buen trabajo con los andamios y escaleras en relación a la coreografía. Todos cantan bien y la banda es buena. No es un espectáculo chanta, armado con $2 que quiere engañar al público. Se nota el trabajo, el esfuerzo y la pasión y supongo que es por esto, la trayectoria y el reconocimiento que arrastre este musical.

El problema es que todo esto no alcanza (y si, ya arranque con la parte mala). Para empezar los actores principales: el único que está bien es Leonel Fransezze en el papel ya mencionado de de Jonathan Harker. Puede transmitir emoción y distintos aspectos del personaje. Por otro lado Luna Perez Lening como Lucy tiene sus momentos donde se luce pero por otros lleva a la risa. Y Juan Rodó, Candela Cibrián y Germán Barceló simplemente no están bien. Sus personajes nunca pueden ser tomados en serio, carecen totalmente de dramatismo y bordean el absurdo todo el tiempo. Candela Cibrián engola mucho y no se le entiende lo que canta y Rodo… realmente me sorprende porque no sé si hay algo que no estoy entendiendo o que. Encima su personaje tiene un final con “efectos especiales” que te dejan helado por no poder creer lo que se ve en escena. Por supuesto que el acto seguido al asombro indescriptible es tentarse de risa a más no poder.

Y es una lástima porque ese final arruina un montón de escenas e imágenes bien logradas: la presentación de Drácula al principio en el escenario realmente mete miedo. La contraposición de Harker y Mina cantándose a la distancia, la secuencia de baile de los dos gitanos solos al final del acto, la cara iluminada de Van Helsing en su “solo”, etc. Hay muchos momentos logrados que se arruinan. Si lo que se destaca en todo el espectáculo es la iluminación, incluso en el final. Sin esto la obra pierde casi el %40 de fuerza.

Pero este gran problema de los actores tiene una base más grande y es el libro o el guión. El libro que usan practicamente destroza a la obra de Bram Stoker. Se apoya en la relación romántica entre Mina y Drácula y le quita todo el heroísmo, sentimiento y genialidad de la obra original (la cual recomiendo leer con creces). La relación entre los protagonistas, donde no necesariamente está incluido el vampiro, queda totalmente diluida por una historia pseudo romanticona que nada deja en el público. Además el guión se hace inverosímil por momentos. sobretodo en las canciones del grupo del baile donde usan un tú que suena falso. Y encima es un musical clásico en su más estricto sentido: prácticamente no hay diálogos. Muy pocas son las palabras que se dicen por fuera de las canciones. Así es como se va perdiendo la emoción y la aventura de una historia maravillosa.

Y esto es una pena por varios motivos: una es porque esta puesta como ya dije,tiene muchas cosas interesantes y entretenidas. y otra es porque el musical es un género hermoso con pocos adeptos. Estoy convencida que al %90 de la población mundial no le gusta, y llevar esta historia a un género como este no me parece acertado. Amén del esfuerzo sobrehumano que implica poner en escena una obra como esta.

Supongo que si tuviera que hacer una recomendación sobre “Drácula, 20 años” dividiría a mi público lector en dos (??):

A los fans del musical: vayan a verlo. No es malo de todo, no es una estafa o un curro de verano como si lo fue Caravan The Jazz Musical. De última son un grupo de personas que intentan dar lo mejor y que ese esfuerzo vale la pena en varios momentos. Es totalmente disfrutable. Además es interesante ver una obra según el entendimiento de un prócer del musical Argentino como Pepito Cibrián.

A los que no les gusta el musical pero quieren ver algo: esta NO es la obra para entrar al mágico mundo del musical. No la van a poder apreciar en su totalidad y solo van a salir diciendo la frase de siempre “que mierda! se la pasan cantando!!!”. Antes es preferible que miren un par de capítulos de Glee. Mandarse a ver esto es como querer empezar a leer mitología griega y arrancar por “La Odisea”.